El gusto se convirtió en coraje
cuando en las palabras de otro poeta encontré nuestra historia
confirmando por fin la sospecha del coreano,
el dictamen terrible,
cuando dice que todos los grandes amores
(sólo los que son en verdad épicos)
se parecen
y por eso me identifico,
me leeo en lo que otros escriben,
y me escucho en lo que otros cantan
derribando instantáneamente
todo lo que he construido
a partir de la idea
de que nadie puede vivir lo mismo que otro.
Y me duele alimentar el agnosticismo de un director de cine.
Me duele mirarme al espejo y pensar que podría ser yo
quien lo rescate de su eterna paradoja,
pues es un dogma asegurar que nada se puede afirmar o refutar, y un dogma que asegura, afirma
(-Dime que no es cierto.
-Pues puede ser y puede no ser.)
Hoy estaba esperando tu llegada
y repasé el esquema mental,
que construí hábilmente,
varios días antes de que te fueras.
Planteé reacciones para todo tipo de situaciones,
calculando posibilidades,
cuantificando calamidades.
Y eso ha de mantenerte cuerda, diría la terapeuta,
pero luego me leo en otro
y me da coraje
que a él ya lo publicaron
que él ya está muerto,
y mis palabras suenan de nuevo trilladas
y le doy la razón al coreano
y decido que me quiero convertir en árbol,
porque me duele alimentar el agnosticismo de un director de cine.
Creo que esa clase de artista (más bien cualquier clase de artista)
debería tener estrictamente prohibido aferrarse a un dogma,
y decir que nada es cierto o todo es cierto es un dogma
(un dogma ciertamente incierto), por que trae consigo una espiral.
Y de nuevo la espiral (tú y yo siempre caminamos en espiral)
como cuando me dices que no te volveré a tener
y luego vuelves
y ahora te espero con poemas en la mano para recibirte .
(-Regresa ya, te extraño un poco)
Aunque a veces me veo al espejo
y sé que soy yo quien sacaría al director de cine del abismo
del espiral.
Pero, quién prohíbe los dogmas a los artistas
y quién soy yo para determinar el destino ajeno
la causa final de todas las cosas .
Y otra vez tú.
Y mañana que voy a esperar que me llames
cosa que no vas a hacer
porque afuera de mi cama ordenas tus prioridades
a la usanza del protocolo social.
A mí me da igual.
"Yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que ella nostalgie."
Pero es que así es la vida, bueno, eso dice el filósofo (quién es él para decir cómo es la vida y quién soy yo para juzgarle). Lo que pasa en realidad es que tú eres pintor y yo era escritora, pero ahora soy un simple humano.